Por fin empieza a dar frutos el huerto urbano, mas que frutos verduras o
vegetales, y he recolectado algunos. En principio era un pimiento cualquiera, perdón
no cualquiera es un pimiento especial por ser cultivado y cosechado por
nosotros mismos en casa, pero al ver como le bañaba la luz que entraba por la
ventana de la cocina no pude resistirme.
Ese duende que se despierta al menor chispazo de belleza me pego con un mazo
en la cabeza como diciendo-eh!!!, vas a dejar pasar esta oportunidad- y me
estremecí, corrí a buscar la cámara y me prepare para aprovechar el momento.
Al poner el pimiento sobre un plato grande blanco, conseguí el reflejo que
necesitaba para suavizar las duras sombras de la luz solar directa. El salón
estaba a oscuras, y el único rayo de sol que invadía el comedor incidía
directamente sobre la escena.
Ajuste la cámara y a disparar, pero espera, la escena estaba bien, los
colores también, la luz perfecta, pero le faltaba frescura, y eso que el
pimiento más fresco no podía ser, acababa de cortarlo.
Y lo recordé, un detalle presente en muchas fotografías de alimentos, sobre
todo de verduras y frutas, ¡gotas!, eso faltaba frescura, agua, gotas de rocío.
Corrí por el atomizador y rocíe el pimiento, ahora si. Y justo a tiempo, unos
disparos más, y adiós al rayos de sol mañanero.
Lo mejor para la fotografía de alimentos es la luz natural, no hay duda,
pero procura tener todo listo antes de que llegue ese único rayo mágico, porque
tan pronto como aparece empieza a desvanecerse.